Por Franck Fernández Estrada
Si hay 2 elementos que pueden definir sin equívocos a la nación mexicana son el tequila y los mariachis. Si bien el tequila tiene denominación de origen controlado, los mariachis son todos diferentes, sus formaciones son con más o menos integrantes, con más o menos instrumentos, de aquí y de allá…
Lo que les quiero contar hoy requiere hacer un poco de historia. En crónicas pasadas les he contado de cómo fue que comenzó la Primera Guerra Mundial, misma que desencadenó el desmembramiento de varios imperios, entre ellos el Austrohúngaro. De cómo el serbio Gabrilo Princip asesinó al Archiduque Francisco Fernando, heredero del trono, con su esposa Sofía Chotel en Sarajevo y del ultimátum que Viena le impuso a Serbia. Rusia, en nombre del paneslavismo, intervino como aliado de Serbia y poco a poco fueron mezclándose, primero las grandes potencias, y después el resto de los países del mundo. Al término de la guerra, en la Conferencia de Versalles de 1920 (como ya se había hecho en la Conferencia de Viena en 1817 después de la caída de Napoleón), se volvieron a trazar las fronteras de una Europa martirizada por la que se creía iba a ser la última guerra del mundo. Como Serbia había sido parte del grupo de los vencedores obviamente había que darle su premio.
Dentro del marco del desmembramiento del imperio austrohúngaro una serie de países eslavos que fueron parte del mismo, a saber, Eslovenia, Croacia y Bosnia Herzegovina, fueron anexados a Serbia dentro de un país que se creó bajo el nombre de Yugoslavia. Yug en todos los idiomas eslavos significa Sur. Así que con este nombre se unieron en una nación a los eslavos del sur. Como capital de este nuevo estado se nombró a la que había sido capital de Serbia y como rey se nombró al serbio Alejandro I. Así fueron las cosas hasta que comenzó la Segunda Guerra Mundial y Yugoslavia fue ocupada por los alemanes. La resistencia de los yugoslavos por la independencia de su país fue cruenta y, dentro del marco de los acuerdos de Yalta, Yugoslavia pasó a formar parte de la zona de influencia soviética. Aquel que encabezó una buena parte de la resistencia al alemán fue el croata Josip Bros Tito que, con el título de Mariscal, ocupó la presidencia de su país ya como república, en la medida en que los soviéticos no querían reyes en sus nuevas posesiones.
En 1949, Tito rompió con Stalin. El Mariscal consideró llevar un camino intermedio entre comunismo y capitalismo: socialismo a la yugoslava. Las autoridades culturales se vieron ante un dilema al mostrar películas a su público. No se querían las películas soviéticas con el sempiterno tema de la Guerra Patria y tampoco se querían las películas de Hollywood que, por demás, eran caras para la nueva república. Comentan que alguien del Ministerio de Cultura que conocía la producción cinematográfica mexicana consideró que esta era una buena alternativa, tanto más que la misma hablaba mucho de la revolución de 1910 y, de alguna forma, esto encajaba con la historia reciente de lucha contra los alemanes. Así comenzaron a verse en los cines yugoslavos películas mexicanas que tuvieron una gran aceptación. Huelga decir que si algo gustaba de estas películas era la música. En Yugoslavia surgieron cantantes que adoptaron el traje de charro y empezaron a cantar canciones mexicanas, algunas incluso en idioma croata. El éxito fue rotundo, los jóvenes de la época comenzaron a hablar español y cualquier cosa que tuviera que ver con ese idioma obligatoriamente era reconocido como mexicano. No solo fueron de su agrado las canciones mexicanas, sino que con ritmo de rancheras se cantaban canciones chilenas y paraguayas. Con la llegada de los Beatles poco a poco pasó la moda de los mariachis en Yugoslavia. Más tarde llegaron los años 90 y con ellos el fin de Yugoslavia con la creación de estados independientes.
A finales de esa década, el joven croata Iván Androić paso un año en Texas, donde conoció a los mariachis. Embrujo total. Su decisión era clara: crear un grupo de mariachis croatas. Fue así que surgió en 1998 el conjunto Los Caballeros, que comenzaron a presentarse en escenarios de la Europa Central, en ocasiones encausados por los servicios culturales de las embajadas mexicanas en esos países. Los Caballeros también se han presentado dentro del marco de los festivales internacionales de mariachis que se realizan en Guadalajara porque, no nos equivoquemos, el mariachi no es exclusivo de México por muy mexicano que sea. La música charra es amada en toda América Latina y más allá. Tenemos mariachis en casi todos los países de nuestra América, pero también en Croacia, como es el caso de Los Caballeros, y en muchos otros países de Europa y hasta en Japón, donde tenemos el Mariachi Samurai. Esto debe llenarnos de orgullo, uno de nuestros símbolos patrios es adoptado, querido y enarbolado en muchos otros países. Como dirían otros: la música une a los pueblos.