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Barandilla: Economía naranja

El recién electo presidente de Colombia, Iván Duque, durante su estancia en la ciudad de Washington D. C., como consultor del Banco Interamericano de Desarrollo, en unión con su paisano Felipe Buitrago en 2013, escribieron un interesante libro que lleva por nombre Economía naranja: una oportunidad infinita. En este texto no hay desperdicio. Se trata de un análisis profundo y bien documentado de las implicaciones económicas nacionales, regionales y mundiales que supone hacer de la difusión de la cultura un objetivo estratégico de desarrollo.
A lo largo de su campaña recorriendo el país para generar simpatías y confianza, Duque ha insistido en todos los foros en la necesidad de potenciar el enorme acervo cultural de su país y desde esas formas artísticas, plásticas, culinarias, musicales, artesanales y de espectáculos contribuir al surgimiento de redes colaborativas de bienes y servicios para favorecer el surgimiento de negocios, creando empleos bien remunerados que incidan de manera favorable en la mejora de las condiciones de vida de sus paisanos, al tiempo que contribuyen a la pacificación del país.
Cuando en décadas pasadas se pensaba en la revitalización de la economía verde, esa que tenía que ver con la explotación de la agricultura y los productos del campo para combatir el hambre, la tendencia mundial se alineó al desarrollo de más y mejores cosechas mediante el empleo de fertilizantes y semillas como insumos para potenciar el crecimiento y mejorar la economía familiar y de los países.
Hoy, derivado de los avances tecnológicos aplicados a los medios de comunicación, se ha acuñado el concepto de economía naranja, por ser este color relacionado con la cultura, que también debe de ser, en opinión de los autores del libro, medio para el desarrollo de una economía creativa, capaz de hacer de los museos, teatros, bibliotecas, salas de conciertos, auditorios y foros espacios para las expresiones culturales, atracción del turismo nacional y extranjero y fuente de empleos.
En las páginas de ese interesante texto se propone el desarrollo de ciudades creativas, que ellos llaman Kreatopolis a lo largo de todo el país. Se trata de la construcción de espacios proveídos de todos los medios tecnológicos, donde los jóvenes desarrollen ideas y proyectos culturales, en un esquema de negocio que ellos llaman mente factura. La dinámica propia del trabajo en equipo debe llevarlos a concebir y desarrollar ideas de negocios culturales que puedan ser atractivas y redituables en términos comerciales y que al mismo tiempo comuniquen valores sociales, orgullo nacional y sentido de pertenencia por el conocimiento que transmiten respecto a sus tradiciones y costumbres.
Los pequeños núcleos colaborativos de jóvenes trabajando en ideas y proyectos culturales con mentalidad de negocio. Cuando han madurado son elevados a una instancia superior que recibe el nombre de hub o centro de conexión; desde allí se enlazan proyectos que permiten ofrecer al público paquetes completos de experiencias culturales y de espectáculos de gran significado por su novedad, belleza, profesionalismo y excelencia.
Ahora que nos encontramos en la recta final de las campañas por la Presidencia de la República, hemos extrañado en todos los candidatos el planteamiento de propuestas serias y articuladas, como la de Iván Duque, en Colombia, referidas al tema de la cultura. México es un enorme país con una invaluable riqueza cultural, llena de tradiciones y costumbres que desde luego no han sido tratadas con una decidida visión profesional de comunicación y desarrollo económico.
La economía naranja en nuestro país es un asunto que hasta hoy espera ser acogido e integrado al Plan Nacional de Desarrollo, de muchas maneras la difusión profesional y bien articulada de la cultura puede contribuir a la creación de empleo, a la pacificación del país y sobre todo a la generación del sentido de orgullo y pertenencia a esta patria mexicana que necesita de lo mejor de todos para salir adelante, superando las confrontaciones y direccionando los esfuerzos nacionales a la construcción del bien común.

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