La razón de ser de la vida en sociedad hunde sus raíces en la precariedad de la condición humana que nos hace necesitar de los demás, incapaces de satisfacer en solitario nuestras carencias. La aceptación de esta elemental verdad remite al surgimiento de la política como actividad colaborativa de unión de esfuerzos para la solución de problemas comunes. Así entendida, la política no supone el dominio como expresión del poder de la enorme maquinaria del Estado en manos de coaliciones de partidos políticos, tal como ahora está ocurriendo.
La historia demuestra que siempre que se sobrevaloran los procedimientos para alcanzar un fin, de manera simultánea pierde sentido la actividad que pretendidamente justifica esos esfuerzos; en el momento presente de contiendas electorales por la Presidencia de nuestro país, nos encontramos ante esta terrible contradicción. Todo un aparato teatral de medios de comunicación montado para dar espacio a supuestas entrevistas y debates que en verdad no aclaran al ciudadano en qué consisten las propuestas de los candidatos para dar solución a los graves y urgentes problemas de nuestro país; si lo analizamos con cuidado, en muchos de los casos las pretendidas entrevistas y debates se reducen a ataques falsos o verdaderos e ironías que lanzan los entrevistadores a los entrevistados para hacerlos caer en contradicción y dejarlos en evidencia. En esas dinámicas ociosas de violencia verbal y teatralidad, los espectadores ciudadanos y potenciales electores advertimos la utilización de un lenguaje retórico, vacío de contenido, que impresiona poco y que no convence.
Un verdadero político procura articular su discurso y sus acciones sobre propuestas razonadas y concretas, ofreciendo mensajes claros y estables respecto de sus planes y proyecto de gobierno, buscando el bien común y no el interés o el lucimiento personal, de manera que ganar la elección no debería ser el mensaje que más se escucha en la voz de los contendientes, sino que van a hacer cuando gobiernen, para qué quieren ejercer el poder político y a qué sinceramente se comprometen que en verdad sea de beneficio de los gobernados.
Un indicador elemental de la calidad política de un país y en consecuencia de sus políticos, se refiere a la paz social, porque la sociabilidad natural del ser humano exige la cooperación solidaria, de manera que toda forma de hacer política basada en la división y el odio entre compatriotas debe ser rechazada. Las páginas de la historia mundial están llenas de sangre con la que está escrito que la violencia engendra violencia y graves injusticias; la solución a los problemas sociales no es unívoca e inamovible, la política y la auténtica acción política deben ser amigas del diálogo, la negociación y el compromiso abierto y decidido por el bien común que los gobernantes deben honrar con actos de servicio en el ejercicio del poder.
El ejercicio en sociedad de cualquier profesión u oficio está naturalmente vinculado a un conjunto de exigencias éticas que permiten valorar la calidad del servicio que se presta. La actividad política al pretender el máximo servicio social, la unión de esfuerzos para la solución de problemas comunes desde luego debe ser valorada por su identificación con los referentes morales que deben estar contenidos en los ordenamientos jurídicos y formar parte del estilo de vida de quienes aspiran a gobernar, de manera que en los hechos, es decir en las acciones de gobierno, el poder debe ser ejercido como medio de servicio al bien común y no como fin de satisfacción de la vanidad o la ambición personal.