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Barandilla: Ser o parecer

El genio de la literatura inglesa William Shakespeare (1564-1616) posee una enorme y muy valiosa producción literaria que ha sido fuente de inspiración a lo largo de los siglos por tratarse de obras que expresan con agudo, fino y delicado detalle hasta los más escondidos pliegues y rincones del alma, las pasiones y las motivaciones humanas.
Una de sus obras de teatro escrita en 1603 narra el drama, el conflicto interior y de conciencia en que se debate el joven Hamlet, hijo heredero del trono de Dinamarca, al enterarse por el decir de un fantasma que se le aparece en sueños que la muerte de su padre no ocurrió como se lo han contado, sino que en verdad su padre fue víctima de la envidia de su hermano, el tío de Hamlet, que se apodera del trono al casarse con la madre viuda.
La narración del fantasma no deja lugar a duda; Hamlet debe vengar la muerte de su padre y deponer al tío impostor y homicida. Como es obvio, esto supone para él un cambio total de vida y le sobreviene un torbellino de emociones y preguntas sin respuesta que atormentan su sueño y su conciencia al conocer esa dolorosa verdad; en ese contexto de extrema tribulación, Shakespeare pone en voz de su personaje Hamlet un bellísimo soliloquio donde plantea la gran pregunta moral de todos los tiempos ¿ser o no ser? esa es la cuestión.
Asumir ante la vida o no la responsabilidad de las decisiones y las acciones; tener el temple moral o no para sostener en el momento de la prueba los valores y las convicciones o perderse en la cobardía y el anonimato; expresar en el contexto de la mentira y la susceptibilidad la verdad incómoda y dolorosa a riesgo de ser señalado o separado.
La conciencia moral es expresión de la racionalidad humana y permite a la persona emitir juicios certeros sobre el bien y el mal de las acciones que realiza o que omite, no desde la perspectiva de la exterioridad para advertir si se es o no un buen corredor de maratón o si es bueno o malo lavarse las manos antes de comer; la conciencia moral juzga del acto desde la interioridad de la persona, porque incide en el núcleo íntimo de la personalidad.
Esa exigencia íntima que atormenta al joven heredero Hamlet es un reclamo que lo sacude y fustiga a ser, a actuar a la altura de las circunstancias, a superar las cómodas apariencias que todo ocultan y a esclarecer la dolorosa e incómoda verdad que llena de luz y de sentido la propia vida, porque antes de vivir y convivir con los demás, cada persona solo se tiene a si misma y esa es la presencia real de la conciencia y su imperativo moral que está por la luz y no por la sombra; por la trasparencia y no por la apariencia; por la verdad y no por el engaño.
En el espacio de la vida social y la política, hoy parece que la pregunta que atormenta a Hamlet sigue sin respuesta y se pierde en el mundo de sombras y apariencias donde el deber ser, sucumbe al embeleso del acomodaticio parecer; un gran político; que de tan sencillo no parece político; un padre de familia que no parece un hombre casado; un miembro del ejército tan amable que no parece militar; un militante de un partido político de izquierda que tiene un estilo de vida que parece de derecha; un empresario que realiza tantos negocios que ni parece gobernante, un tonto con aspiraciones políticas que hasta parece buen candidato.
El orgullo social actual por la apariencia y la tendencia a la negación u ocultamiento de la real circunstancia de vida, no tienen el poder de borrar o ignorar la verdad que siempre está en el ser.
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