En las inmediaciones del lago de Texcoco, existía una criatura que aterrorizaba a los aztecas, pues se decía que tenía espinas en vez de pelo, patas de mono, y una cola que remataba en una mano humana la cual usaba para atrapar a las personas, ahogarlas y así devorar tranquilamente sus ojos, uñas y dientes. Lo llamaban ahuizotl.
En honor a esta bestia aterradora, el VIII emperador azteca fue nombrado Ahuizotl (perro espinoso), pues también infundía pavor a sus enemigos cuando lo veían encabezando los ejércitos invasores.
Siglos más tarde, los estudiosos descubrieron que el ahuizotl era en realidad la nutria neotropical (Lontra longicaudis annectens), un mamífero de mediano a grande, que llega a alcanzar los 142 centímetros de largo, el cual posee patas cortas palmeadas y una larga cola que le ayuda a nadar y bucear, pues la mayor parte de su vida la pasa en el agua buscando presas.
Generalmente son individuos solitarios que sólo se agrupan durante la época de nacimientos, en familias compuestas por la madre y dos o tres crías. Los machos no participan en el cuidado de los cachorros, que nacen cubiertos de pelo y ciegos debido a que abren los ojos hasta los 44 días de nacidos; a los 52 se aventuran fuera de la madriguera, y a los 74 comienza su actividad acuática.
Está catalogada como especie “amenazada” según la Norma Mexicana 059-2010, y “ligeramente amenazada”, de acuerdo con la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Lo anterior debido a la caza para comerciar su piel, la contaminación y destrucción de sus hábitats, así como el exterminio por parte de pescadores que la consideran un competidor.