Está enclavado en Champotón y bajo el manto de árboles. Se abre paso sobre un delimitado camino custodiado por navales. Es el trayecto al Porfiriato. El regreso instantáneo a más de cien años de historia mexicana. Son los monos aulladores quienes sospechan de tu presencia. Y es el canto de los pájaros, la melodiosa alerta. Por fin se llega. Y uno se vuelve curioso de observar cercanamente ese rojizo hipnotizador. De indagar su íntegra restauración. Y sin sospechar, nos volvemos incluso incautos por escuchar esas historias, esas memorias de peones y capataces. Esa es la magia que transmite visitar la Exhacienda San Luis Carpizo.
Al caminar, sus calles se convierten en largas avenidas. Y cada paso dado, es una huella del pasado. Se inicia el recorrido con un gran edificio de fachada inesperada. Son cuatro los números que te ubican en el anuario: 1905. Y es una pequeña expresión el indicador económico. Se lee en letras grandes y modo de herradura, “desfibradora del siglo XX”. Es el henequén el protagonista de esta travesía. Y es así como se emprende un trayecto al México de antaño. Al país que vivió una revolucionada introducción tecnológica bajo el mando capitalista. A la nación convulsionada por la desigualdad social. Y es precisamente esta hacienda un claro ejemplo de ellos.
Este lugar tiene registros históricos que basan su economía, en un principio, a la explotación del palo de tinte, la caña de azúcar y la ganadería. Más sin embargo, fue también una de las primeras apuestas acertadas a la siembra y producción del henequén. Y para inesperados deseos se convirtió en un golpe de suerte que permitió a su propietario, Don José María Carpizo, obtener grandes ganancias debido a la requerida demanda mundial de la fibra de las bolsas, las hebras de las cuerdas.
El éxito de dicha faena se transmite en la suntuosidad del lugar. Las calles parecen largas avenidas. Los muros ostentas caracolas, el diseño de la eternidad. Y son las casas de los peones las que flanquean con similitud exacta. Hay también un habilitado pozo, se dice encantado por la Xtabay, y susurra la leyenda al canto de la fantasía. La arquitectura, por detallada que parezca es increíble. El neoclasismo francés hace presencia en la fachada de las casas, son en relieve, resaltados como su importancia. Y la característica principal son las tejas francesas, traídas de Marsella. El recorrido incluye también un área de casas no restauradas. Y la diferencia es bastante notoria. Están derrumbadas por el tiempo, son el contraste con lo nuevo. Son sus piedras el eco de la memoria. La epístola constructiva de un marcado pasado. Es un lugar que guarda una esencia arquitectónica similar a la existente en Palizada. Con esencia ribereña, con casitas de ensueño. Y no es una conexión arbitraria. De Palizada era procedente Don José María Carpizo. Del municipio al margen del rio.
Esta hacienda porfiriana es una de las más bonitas que puedan existir en toda la Península. Posee un alto grado de conservación y rehabilitación realizada en gran parte por la Secretaría de Marina y albergando actualmente al Centro de Capacitación y Adiestramiento Especializado de Infantería de la Marina. Fue históricamente cedida por el Gobierno del Estado en turno, al Gobierno federal con una sola condición: durante su ocupación por la Secretaría de Marina, fuese abierta al público, visitable. Y es por esta razón, que cualquier persona con sólo mostrar una identificación oficial puede visitarla, siendo atendido y guiada por los marinos. Esto permite, mostrar a los visitantes nacionales pero sobre todo extranjeros, el lado especial del mexicano ordenado y pulcro. De una perspectiva diferente.
Aún faltan letras para completar esta historia. Hay un museo que conocer y una chimenea que guía a las estrellas. Pero más allá de ser una actual casa naval o un exhacienda henequenera, San Luis Carpizo, es una parte imperdible de la historia de México y de Campeche. De la Revolución Mexicana, de la Guerra de Castas en la península de Yucatán.
Reciba estimado lector, un abrazo viajero. Recuerde, para cualquier contacto sírvase a escribirme a [email protected] y con gusto responderé.
Berenice Ceballos García