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Siempre hay otros: Al final de la mañana de ayer

Para triunfar en la lucha por la vida, el hombre ha de tener o una gran inteligencia o un corazón de piedra.
Máximo Gorki

Bien dicen hoy que se han ido algunos escépticos a los extremos, aunque todo es parte de ese trajín del pasado silencioso, que va tomando forma conforme se acercan los tiempos de las otras definiciones.
En el discurso pueril se reparten de acuerdo a las circunstancias, en los públicos que son diversos, y en los acompañamientos van lo mismo cirqueros que payasos, para deleitar a la concurrencia.
Las preguntas hoy son las mismas, hurgando en las fatalidades de quien podría ganar la elección presidencial, sin tomar en consideración las encuestas que solo determinan tendencias; no se encuesta a la totalidad de los potenciales votantes, por lo tanto para algunos no son válidas ni mucho menos creíbles.
Entre tres competidores tenemos a la vista algunos cálculos de números, de los partidos políticos, más los otros tres que se les sumarán, y que pueden tener en sus boletas la confirmación de quienes les proporcionaron sus firmas con su credencial del INE.
Pero volvamos al discurso, donde por supuesto que cuenta quienes escuchan, observan, miran y hasta los que anotan las impresiones o algunas frases al aire que pueden llamarnos la atención.
Las mujeres y los jóvenes están en primera fila. Son los asiduos concurrentes, junto a los que siempre sus afectos han estado apegados a un partido político; otros migran, esos también saben de los recorridos, los gritos, las porras y hasta el saludo que se busca afanosamente para la codiciada foto con el aspirante.
Todos buscan posicionarse, y tienen cada uno sus métodos. Los organizadores calculan las audiencias, miden los públicos, de ahí la preparación de los discursos, que muchas veces quedan de lado ante lo evidente, equivocarse y saltar la plana.
El valor a cada palabra está en la consumación de la respuesta, en la identidad del individuo, porque las mujeres y los hombres que salen todos los días con la plena confianza de recuperar un poco de lo perdido, tienen de antemano una fuerza natural, su palabra.
Comunicar nunca ha sido una tarea fácil, es lo más complicado entre los racionales. Muchas veces nuestros compañeros o compañeras en casa, que malamente les nombramos mascotas, y no lo son, sino parte de nuestra familia, entienden hasta con señas, no con gritos.
Son las comunidades donde más nos duele México, ahí es donde percibimos los abandonos recurrentes y no es suficiente el discurso, por más sustancia que este tenga. Lo que desean fervientemente es salir de esos grandes espacios de desatención, donde escasea todo, hasta la vida misma.
Discurso en una sociedad que se ha vuelto desconfiada, que gasta menos, que se endeuda más, que corre aprisa a sus centros de trabajo, porque se siguen checando las horas de entrada y salida; pareciera una esclavitud maquillada.
Las y los políticos tendrán, a partir del 30 de marzo, que pulsar de manera más fina los recorridos, los públicos, porque será muy complicado discursar sin darse cuenta que no encaja el tema en esa audiencia.
Los votos no son de castidad, sino de calidad. Cada uno de ellos llevará a los que hoy retan a la adversidad a propósitos mayúsculos por el bien de un país incrédulo, donde las percepciones nos ganan en la realidad.

En primera línea

La corrupción se combate, pero deberá erradicarse de algunas prácticas añejas, la denominada mordida, parte de ese trueque para que nada suceda.
Y sí sucede, porque somos una generación que deberá cambiar esas conductas dañinas. Evitemos los excesos, pero también denunciemos los abusos.

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