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Siempre hay otros: El penúltimo clavo en el ataúd

Nuevamente el engaño no se consumó, las grandes cadenas televisivas norteamericanas, más la caja de resonancia del teletón mexicano, daba cuenta en las últimas semanas de la ventaja de la que hoy es pasado, la señora que nunca logró permear en el ánimo del electorado del vecino país del norte.
Darle crédito a Videgaray y hacerlo canciller es algo irrisorio, seguramente Peña Nieto tuvo datos duros de números con los cuales se movía la campaña de Donald Trump, para acceder finalmente al poder de los Estados Unidos.
Fallaron los analistas de renombre, además de las encuestas de opinión, donde desde luego el margen de error al final, daba hasta un empate técnico que no se dio en los hechos.
Más allá de las preocupaciones como mexicano, me mueve la paz que podamos construirnos al interior, las áreas de oportunidad que ahora tendremos que abrirnos, y sobre todo la legalidad y el respeto que tendremos que hacer valer como país ante un gigante que se intenta despertar.
No existe sueño americano, constructores y edificadores de guerras, que han dejado en el mundo cientos de miles de muertos, otros tantos miles con severos problemas por las atrocidades vividas en esas confrontaciones con armamentos de todo tipo.
De manera unilateral se asignan la tarea de defender al mundo del terrorismo, pero son ellos, los norteamericanos, los principales socios de las grandes empresas que producen las armas para un solo objetivo: ganar dinero, no ganar la paz.
Donald Trump no es más que un exitoso empresario metido a la política, ahora presidente de los Estados Unidos, electo por esa nación tan dispar, donde ahora seguramente como se afirma, tendrán que trabajar para comer.
El insulto no es para México solamente, sino para muchos otros países, con un modelo muy parecido al electoral, engañoso, turbio, donde la corrupción se acusa en todos los sentidos.
La gente expresa lo que se nota en el ambiente, está harta de la política que propone, promete, discursa y nunca cumple a esa gigantesca masa de pobreza, porque los pobres solo producen más pobres se afirma. Y los grandes consorcios internacionales reducen sus plantas productivas, mecanizan cada día más, eficientes en el hacer para vender mejor lo que producen.
El capitalismo ha llegado a su fecha de caducidad, está agotado el sistema donde la brecha entre pobres muy pobres y ricos multimillonarios es gigantesca, del tamaño del muro que no se va a construir en la frontera norte.
Desde ahora mismo lo que tenemos que voltear a ver, es hacia nuestros adentros, hacia donde vamos, quienes son los que se atreven a engañarnos en la elección de 2018, porque los Estados Unidos deciden por ellos y en las relaciones bilaterales y multilaterales, como el Tratado de Libre Comercio, todo será negociación, porque es de ida y vuelta.
Muchas veces es mejor ser ignorante, que saber demasiado para caer en la cuenta de la corrupción, así la lista es interminable de cofradías entre unos y otros.
Ni Hillary Clinton perdió, ni mucho menos Donald Trump ganó, en la vida real hay una atmósfera de engaño, de que algo más sucedió, los otros poderes, esos que se acusaba de fraude, los correos borrados, la carga negativa de un partido demócrata incapaz de reformar para cambiar, súmenle también el odio contenido.
Tanto más profundo deberá ser el análisis, para que no nos vayan a engañar con el truco del sombrero sin conejo, en una magia electoral camino al 2018, donde ya no todo puede suceder. Y que al final del día nos preguntamos, qué tan podrido está todo que no se pudo contener al ola de hartazgo en contra de los que siempre se benefician del triunfo, no dando margen a los clase medieros, que se supone uno de ellos llega siempre; no en este caso que nos ocupa.
Más que preocuparnos, debemos ocuparnos por nuestro reducto, la familia, el trabajo que alimenta no solo el espíritu, sino también por el entorno desfavorable que se avecina con más sumas de lunes y viernes negros, ante las bravuconadas de un Trump sin mensaje escrito, en las ocurrencias de su sinrazón.

En primera línea

Los partidos políticos son instrumentos de la democracia, los ciudadanos somos hasta cierto punto libres pensadores, porque siempre se tiene en mente no ir más allá de los intereses que vayan a perjudicarnos.
Nadie se ahorca en cabeza ajena, ni mucho aprende lecciones desde la vía láctea, somos los que no parecemos, sino lo que realmente mostramos al mundo. Ni más ni menos.

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