Mariano Espinosa Rafful
A veces la vida nos brinda una segunda oportunidad. Casi siempre se agota la paciencia a las primeras de cambio, porque somos parte de la travesía en mundo raro, donde la noticia negativa sobresale, y los tiempos nuevos no se muestran esperanzadores.
Lo fundamental es ir tras los sueños inacabados; tras los cruces de las calles desconocidas; tras la prisa sin perder la calma; tras la tenue ambigüedad de lo irritable y sublime a la vez.
Ondas de vanidad podrían parecer los retos de hoy, pero son más los rasgos que identifican la plana, los sobresaltos, las distancias que se acortan con las tecnologías, y esa ansiedad que produce una nueva oportunidad para vivirla.
Nada es para siempre, ni la vida misma, cuando alcanzamos este día un año más, o menos quizá, donde respiramos juntos, usted y yo, sabedores que el retorno es imposible desde el más allá.
Damos paso a la certidumbre, no a la improvisación, muy de madrugada, antes que las luces brillen en el horizonte alterno, ese de escasas nostalgias, menos magia y más realidad.
Rara vez nos reencontramos con los sueños inacabados; rara vez la pobreza y la locura se juntan, en esos naturales desajustes de la lujuria, donde las madrugadas últimas, son testigo inaudito de los diálogos en silencio de las ansiedades.
Ahora nos toca alcanzar más con menos tiempo; ahora nos producen risa las vanidades; ahora lo fantástico del impulso debe estar a la estatura de la existencia natural de las cosas.
Lo vamos a lograr sin la perniciosa oscuridad que algunas veces nubla caminos, ahí donde el humor coincide con el tiempo, y besa los labios carnosos de la cara bonita, y el cuerpo sublime que no deja verse.
Otra vez rompemos los esquemas en experimentos, listos para no deambular más, ahí donde anida hoy la confianza, entre el deporte y los estudios universitarios, porque la sicología sin estar nos ha atrapado.
Permitirnos estar en primera opción siempre ha sido la clave natural de las oportunidades, frases que pueden irse hilando, sin definirnos con más peso, que el ligero que acompaña los pasos al andar, sin intentar volar de nuevo.
Esperanzados en no contarnos aquello que nos identifique, sino irlo descubriendo poco a poco, como quien sueña y al despertar, durante las horas subsecuentes del mismo día, nota como si lo que está viviendo, lo hubiera transitado ya.
Zambullidos en idear que el tiempo pase rápido, en los pensamientos revueltos, en las coincidencias de vida, cuando un aniversario de vida llega, natural, porque son demasiados años, o quizá los justos para emprender una nueva ruta, la alterna.
Vivir para contarlo aseguraba el inolvidable Gabriel García Márquez, que al igual que mis padres, despiertan seguramente también cada amanecer desde el lugar privilegiado donde se encuentran, porque se asegura que se deja de sufrir, para observarnos débiles ante el mundo.
Ir construyendo historias, en las diferencias que tejen coincidencias, donde la edad es la menos importante, con sentimientos descubiertos en las madrugadas de ausencias, donde la madurez y la experiencias son palabras al aire.
Damos paso a estas naturales reflexiones para disfrutar la vida en el calendario de los acontecimientos que nos marcan, donde los placeres se multiplican, los halagos, ahí donde lo nuevo seduce a la otra conciencia, sorprendida por los atrevimientos, sin que nos gane el miedo.
Algo más tendrá que sucederse, en los nervios de las sensaciones y emociones posibles, en esos atrevimientos que acentúan levemente lo futuro, en ese encuentro que debe llegar justo en el momento del mes que nos significó nacer al mundo, y escribir lo que realmente sentimos.
La descubrimos y describimos, que esa es la clave, porque bien se asegura que siempre hay una primera vez, para leer, intentar entender, descifrar, decir o maldecir que más da; lo más notorio no es tener sueño o no una, madrugada, sino enaltecer la atención con la forma de vida, la delicadeza para entender que hay un mundo de atrevimientos cuando se logra coincidir para seguir aprendiendo de ésta vida.
En primera
línea
Por todo ello y algo más, puedo asegurarme, que también yo a mis amigos les adeudo la paciencia, y a mis nostalgias su regresión de vivencias, ahí donde la vida no puede darse el lujo de esperar, porque lo único que pasa es la vida misma.
Un cumpleaños en lunes, como el día que debo haber descubierto la luz primera en mi existencia, donde desde siempre vivo agradecido por permitirme respirar realidad.