Aprendí a aceptar las cosas como se nos van presentando, a saber que nada finalmente es grave.
Álvaro Mutis
Hemos resucitado al populismo, y me temo que muchos no saben lo que tendremos el 2 de julio próximo, hemos simplificado las elecciones en tres partes, y la mayoría no se pronuncia por alguno de ellos.
Más de lo mismo continúa en cartelera electoral. Más malos augurios, más de lo que la gente no desea, pero somos artífices de esas maldades para provocar miedo, y apostamos al perdedor.
Desde mediados de los años setenta dejamos de leer a Karl Marx, lo romántico de esa Cuba distante, y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas; hoy China es el gran gigante, pero con una economía abierta.
Nos sorprenden los Estados Unidos con un presidente proteccionista, que le hará mucho daño a los republicanos, pero más a los norteamericanos.
El capitalismo tejió alrededor del mundo, con sus tentáculos, el nuevo liberalismo económico, sujeto a los tipos de cambio, los vaivenes del incremento a los precios del petróleo, generalmente por los amagues de guerras contenidas, con Irán sobre todo.
Venezuela debiera ser el gran debate latinoamericano, pero también Bolivia y en días recientes Nicaragua, donde el matrimonio que ayudó a derrocar a un dictador como Somoza, se encumbra hoy y mata a su pueblo. Así tal cual se lee, asesina a su gente.
Opciones creo que tenemos para salvar a México de los malos augurios, de las fatalidades que se inscriben en el presente de disparates que no ilusionan. No leemos, no aprendemos lecciones de otros países; el populismo no puede volver más.
La retórica es hasta cierto punto estúpida. Millones en pobreza, otros tantos en la extrema, comunidades sin ninguna oportunidad de salir adelante, y la magia es que no hay magia. Complicado salir de donde se encuentran solo con un discurso.
Los partidos políticos no abonan; entre ellos mismos fraternizan, pero luego, después de un triunfo se rompen los hilos, no hay poder humano que aguante el ego, y eso lo estamos viviendo; unos se dicen ganadores, otros acusan fraude, y los ciudadanos eclipsados, en medio de un tormenta casi perfecta en el desierto en ancas.
Alcanzar el éxito es una aduana que despierta envidias, morbo, y la actitud inocultable con la cual se encaran los obstáculos.
La perseverancia es quizá la gota más discontinua de los seres humanos. Tenemos en nuestro país ejemplos vivos de gente que ha logrado tanto con tan poco, pero la política nos queda a deber. Esa es una acusación no generalizada, pero verdadera.
Populismo que no debe regresar, recursos que debieran servir para paliar el destino adverso de millones de mexicanos en desgracia, pero volvemos a leer que la corrupción interrumpe la cadena de valores.
En la Ciudad de México están abandonados a su suerte los damnificados del sismo del año pasado. El dinero, se acusa, invertido en campañas políticas. ¿Todo estará podrido?
Quizá nos cruzamos al carril equivocado, o abordamos un vagón sin destino; podríamos sentirnos extraviados, pero no perdidos. Vaya que sabemos naufragar con el viento en contra.
Difícil volver y enmendar las lecturas, porque las enseñanzas son todas hoy, no repetir lo que cambió al mundo es menester; lo otro es una verdadera calamidad.
No hubo nombres esta vez, deduzcamos cuan compleja es la realidad; la oferta política muy pobre y nosotros queriendo aspirar a salir de los complejos en un país que no asume que seguimos en el colonialismo.
En primera línea
Las tendencias no son determinantes. Pueden ser pocos o muchos los encuestados o no; puede haber truco sin magia, y también más de lo mismo.
Lo que nunca podrá existir, de allá para acá, es un compromiso donde se asuma que todos hemos cambiado, unos para bien y otros no tanto.