Volverán dijo, la vergüenza tiene mala memoria.
Gabriel García Márquez
Bien dicen que todo es superable, no hay adversidad por complicada que resulte, que tarde o temprano sea rebasada, con inteligencia, prudencia, pero sobre todo calma.
Vivimos etapas distintas con generaciones de jóvenes en desencuentro; a pesar de contar con mayores instrumentos para salir adelante, el desánimo, la flojera los invade, y la queja es su único recurso.
Les nombran de distintas formas, lo importante es no creerse que pertenecen a un mundo aparte, ese que no los mira, pero si los critica, los desprecia según ellos y no los incluye.
Los padres de familia y en solitario hemos constatado con los años sumados a la existencia, que cada individuo es totalmente diferente a otro, a pesar de ser de la misma familia, la misma sangre que corre por las venas, pero los hay tranquilos, y por supuesto rebeldes.
El episodio lamentable que sucedió en los Estados Unidos el miércoles pasado en un colegio es reprobable. Un joven de 19 años de edad, huérfano, expulsado el año pasado de ese centro educativo por problemas de conducta, y nadie le dio seguimiento.
Han perdido la vida de nueva cuenta gente inocente, jóvenes que no eran parte de los fantasmas de este delincuente, que irrumpió con una poderosa arma y abrió fuego en contra de todos los que veía.
La educación escolar, es la que nos conduce al conocimiento, a los experimentos, a las experiencias en las saludables convivencias y en otros casos a las negaciones del infortunio.
Pero no hay que pasar por alto la fundamental, esa que inicia a corta edad en casa, los hábitos y las buenas costumbres; con menos horas de atención los mayores cercanos a los menores, por razones de trabajo, de superación personal y profesional.
Descuidamos a una juventud rebelde, que no propone, sino impone normas en una sociedad que se ha vuelto violenta para conducirse; nos aventamos a la hora de abrir las puertas en las estaciones del metro, no dejamos salir, queremos imponer la fuerza.
Y en silencio debemos cabildear antes de discutir con nuestros mayores, porque en el siglo XX se creció con valores de formación y disciplina, esos que hoy escasean, y son parte de un problema de fondo en gran parte del mundo.
Los niños crecen ahora más aprisa en todos sentidos; las niñas más inteligentes siempre, aprovechando los espacios para definir las alternativas; los varones dudando, en las quejas recurrentes que se estrellan como los pájaros que no logran ver los cristales transparentes.
Las armas en los Estados Unidos son un gusto sofisticado pero al alcance de cualquiera, y ahora una calamidad del tamaño de la imaginación negativa: venganzas, falta de vigilancia, excesos de disparidad en los temas que alborotan la otra plana.
Y es que no es un muro lo que detendrá el flujo de indocumentados; no es una norma la que va a detener la compra legal o ilegal de armas; la violencia se construye desde el discurso, y el vecino país del norte tiene mucho de ello.
México deberá seguir privilegiando el diálogo. Nosotros tenemos que poner más atención en las juventudes que están hoy distantes de sus sueños, alcanzables todos.
Habrá que darle el valor real a la dimensión de la vida, a los momentos que no vuelven, pero sobre todo a la gran construcción de un mundo menos hostil para todos.
En primera línea
Los problemas que nosotros vemos cotidianos, saltarán al abrirse el telón de las campañas en la formalidad.
Todo estará ahí; las propuestas abundarán, como suele suceder. Esperemos que no pasen de largo, como cada dos años y medio, y algo se haga a favor de la gente de a pie.