Lo intolerable es violentar las normas que se dan las personas libremente.
Josep María Flotats
Complicado en estos tiempos de vanidades y ociosidades todas, no tener al menos que tomar distancia de la duda, por la destacable pérdida de confianza en la politiquería, que no de todos los que se hacen a un lado.
Estamos en la disputa terrestre de lo que será sin duda una inolvidable elección presidencial, con todos los matices posibles, en los insanos intercambios de acusaciones, pero muy lejos del realismo que deseamos algunos leer y mirar, aunque de reojo.
El país seguirá el curso natural de las histerias en desencuentro, entre esa derecha radical que no propone, imponiendo hasta candidato que acceda a un poder que creen les pertenece.
Y la izquierda que se ha subdividido, con saltos inexplicables desde partidos condenados a la desaparición, por los escasos votantes en las urnas, y salvados en los subterfugios de una política de aceptar todo a cambio de llegar.
El partido en el poder federal está con la mira puesta en sus fortalezas, ante esa crítica ácida que siempre nos hemos permitido, en el uso irrestricto de las libertades consagradas en una Constitución, si bien enmendada, sí que nos ha permitido transitar en una democracia con identidad.
Hay una gran distancia al 30 de marzo, fecha formal del arranque de las campañas para ganar el poder presidencial. Lo que hemos visto son escarceos, la batalla la veremos en el primer debate televisado, de ahí uno de los tres se caerá al tercer lugar, sin posibilidades de llegar.
La corrupción es el mayor pendiente de México, y tendrá que abordarse con todas sus letras, donde las instituciones de transparencia y anticorrupción deberán hacernos ver que va en serio. Todo acto ilícito de un servidor público debe ser sancionado conforme a la ley, no hay de otra.
Cerrarle el paso a la simulación, a la perversa idea de creernos un cambio por arte de magia, donde quienes pregonan que todo está mal no lo van a revertir, en esas inercias de lo acomodaticio, lo inexacto y hasta lo irrisorio.
Han sido días complicados en el inicio de un nuevo año, sin los sobresaltos bruscos de los incrementos en los precios de las gasolinas, y algunos controles por mantener la estabilidad social, esa que de repente se desborda.
A pesar de esos naturales vaivenes en los centavos a la alza, y el derrame económico en estados del centro del país, por las remesas de nuestros connacionales, por el factor miedo de Trump.
Serán meses de ir paso a paso, sin necesidades por crear, pero si mejores cimientos que forjar en cada espacio de atención, en los escenarios que nos permita la vida rutinaria mostrarnos, porque la democracia es eso, participación y disciplina.
Es mejor equivocarse y reconocerlo, que tropezar con la vanidad, con el ego que nos lleva a un sepulcro de oscuridad y fuego.
La verdad como tal sale a flote. Se afirma que más temprano que tarde será fundamental hacernos de los instrumentos en la realidad, que creernos que vamos en contrasentido, por la obviedad de la procesión de algunos silencios rotos.
Bien dicen que todo tiene una explicación lógica, esa natural salvedad en que cae la credibilidad, la confianza y ese esfuerzo por corresponder al crecimiento de los espacios de atención inmediatos.
Una elección compleja, sí; una decisión difícil también, pero no estamos atados de manos para salir de una crisis de valores, desde el peor escenario que nos dibuje la vida.
En primera línea
Desde una pequeña parte de la izquierda escuchamos los argumentos de Gerardo Fernández Noroña, nunca antes tan cerca, y sin posibilidad alguna de diálogo.
Nos queda perfectamente claro que el radicalismo no se puede imponer a una democracia en México, menos con la desfachatez de la alquimia política.