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Siempre hay otros: Las cenizas de los muertos

Por increíble que parezca, la Iglesia Católica una vez más no deja de sorprendernos con decisiones unilaterales que van más allá de la vida de las personas, que profesan esa fe, pero que están distantes de una enmienda a los destinos del cuerpo al morir.
A todos por igual nos llegará la hora de morir, cuando el cuerpo agote sus defensas; cuando la soledad deje de ser buena compañera; cuando la edad consuma los sueños, ahí donde anida el final del oscuro túnel sin salida de la existencia.
Desafiamos a la innombrable huesuda, pocas veces vista con gordura, salvo en nombramientos peyorativos a personas, y en estos tiempos de recordar a los que se han adelantado en el camino, la Iglesia nos receta un nuevo menú para disponer de los cuerpos inertes. Vaya fatalidad sabernos no esparcidos en el viento o en el agua, ni muchos menos guardados en un lugar distinto a la Iglesia o el cementerio, en caso de decidir una cremación; las tumbas y los nichos subirán de precio sin duda.
Un argentino llegado al pontificado de Roma, en un siglo que retrocede al año 1963, cuando se abordó el tema de los restos de los seres humanos en la Iglesia Católica, matiza la crisis por la que atraviesa ésta religión, donde la vida eterna se sustenta en la resurrección del cuerpo y la salvación del alma.
Bergoglio está causando una revolución al revés en algunos temas intocables hasta hace unos años. A estas alturas de la vida prohibir, cuando la teología de la liberación debe resultar más profunda, y aseguran los que gobiernan a la Iglesia, que es algo brutal esparcir las cenizas o guardarlas en casa.
No sabemos hasta dónde haya retroactividad en perjuicio, porque se sabe de piedras preciosas que se han realizado colocando las cenizas de un difunto dentro de ellas, seguramente profesantes de la fe católica.
Desde ahora mismo un nicho de oportunidad para los camposantos, además de la construcción de más de estos lugares dentro de los recintos religiosos, que deben albergar los restos de quienes en vida no solo se persignaban al despertar.
Antes de ayer, por razones higiénicas, o por voluntad expresa de los finados, se optaba por la cremación, pero ahora, con las prohibiciones que dictó de manera parcial un argentino que asumió el pontificado, éstas ya no podrán ser esparcidas, divididas entre los familiares o conservadas en casa.
Solo aplica una excepción a esta norma eclesiástica, en casos graves o excepcionales circunstancias, o cuando una persona lo pida por piedad o cercanía.
Y aclara el documento: en el caso de que el difunto hubiera sido sometido a cremación, y la dispersión de sus cenizas por razones contrarias a la fe cristiana, se le ha de negar el funeral; así de determinantes los nuevos jerarcas de la Iglesia Católica.
Desde pequeños profesamos esta religión; ni santos ni pecadores, pero tampoco todo lo contrario, pero se nos hace ridículo negar a los cuerpos una de sus voluntades más difíciles, por el solo hecho de pensar en los destinos de nuestros cuerpos ya muertos, en una sepultura no ideada, pero si planteada a su debido tiempo, porque en ello radica perderle el miedo a la naturaleza humana de morir.
Pueda que unos digan que nos excedimos, otros tantos no llegarán hasta éstas líneas, que suponen el respeto irrestricto al final del final único, ahí de donde no nos vamos a enterar, si es que nos van a enterrar completos o en polvo que vuelve a la tierra de donde emergió. Lo que más nos deja incrédulos es la afirmación de la Iglesia Católica, en otra parte del documento de prohibición, donde afirma que la conservación de las cenizas en un lugar sagrado ayuda a reducir el riesgo a apartar a los difuntos de la oración.
Seremos muy mal pensados, pero la denominada Doctrina de la Fe debiera procurar abrir la discusión entre los mortales, los seres humanos que habitamos el planeta, no incrustados en un celibato discutible, incumplido, violado, consagrados a la manutención de los tiempos muertos.
Hay demasiados temas que la Iglesia elude, no aborda, esconde, minimiza, porque en ello ha ido viendo la clara disminución de sus fieles, que profesan la fe católica, pero con sacerdotes pedófilos, violadores de la inocencia, atentando contra la libertad de las conciencias. Y lo que nos falta todavía.

En primera línea
Cambios en el gabinete presidencial. Una exprocuradora general de la República que dejó mucho que desear, un nuevo funcionario ex legislador con un perfil claro que envía mensajes de buenas nuevas en el ámbito de la impartición de la justicia.
Serán los últimos cambios de este año seguramente, para iniciar el último tramo de un gobierno complejo, donde pocos sobresalen por los resultados positivos para con México.

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