En el recuento de los posibles daños colaterales, el absurdo suele hacer presencia, las suposiciones están ahí, como al asecho, además del desconcierto, el vértigo y hasta la incertidumbre.
Nuestra existencia está plagada de recuerdos, unos de aprendizaje natural, otros más de estruendosos fracasos acallados por el tiempo.
Nadie hoy está exento de equivocarse y recomponer el camino, en lo individual; porque en lo colectivo somos dependientes de un sinnúmero de factores, en riesgo de contradicciones, pero además de surrealismo puro.
No hay huérfanos de las victorias, y ahora resulta que son demasiados los que se asumen derrotados en la victoria de un norteamericano clasista, sexista, racista, calumniador y sobre todo alejado de toda ética y sentido común.
No es Donald Trump el problema de los males que puedan derivar de sus decisiones partidistas o no, correctas o no, favorables a su entorno por supuesto, sino la calamidad de no medirnos sin vanidades.
Y afirmar que es una excelente oportunidad para que surja ese nacionalismo en México, al que tanto se acudía antes, en discursos que enaltecían a la patria, sus símbolos que debemos respeto, pero sobre todo a la fortaleza de nuestras instituciones; que no se construyeron solas.
Se edificó un país aquí con la riqueza del trabajo de nuestros antepasados, lo mismo la tierra que se cultivó, que los avances tecnológicos y científicos desde la academia, tanto lo uno como lo otro igual de valiosos; pareciera que no lo dimensionamos.
El jueves 10 de noviembre entablo una agradable plática en un lugar que se ha vuelto recurrente en mis recientes días, con un filósofo que ha publicado, un teórico mexicano del cual entiendo porque no estar de acuerdo con los tiempos actuales.
Armando Meza se presenta tan natural como la vida misma, intentando de jóvenes en las coincidencias cambiar al mundo, a los seres que nos rodean, para llegar a la conclusión que somos nosotros los que tenemos la obligación de cambiar para aspirar a ser mejores.
Decepcionado de la política, de ese embrujo seductor que fantasea por momentos, donde aplica la recomendación del libro; la sociedad del cansancio, vulnerable ante el escaso margen de maniobra para vivir adrede.
Son tantos espacios que abrimos en la existencia, compartir momentos inolvidables que llegan sin esperarse, sin las calamidades propias de golpear de más una y otra vez la misma puerta; que se abrirá sola cuando el espíritu sea una sola pieza.
Y es que cuando sobra el dinero hay dignidad, para dejar echar a volar la imaginación y no guardarnos nada, absolutamente nada del pensamiento no anarquista, sino idealista acotado por la maldad que duerme poco, quizá nada.
Mundo raro de enormes diferencias, donde falta estar en la conciencia de quien decide, en ese respeto mutuo, no solo de decisiones, sino de acciones que marcan en la historia de una humanidad con histeria colectiva.
Y es que entre el Bronco y la reiterada amenaza para México, nos quedamos desnudos de indumentaria, colmados de cinismo, ante el punzante diario de retratarnos en los tres alimentos supletorios, nombres y apellidos repetitivos de una especie con fecha de caducidad vencida.
Hasta cuando será tema Donald Trump, Peña Nieto, Hillary Clinton, Ricardo Anaya, Andrés Manuel, Mancera, Osorio, Zavala y Calderón; por citar los más nombrados en los medios masivos de comunicación, para dejarnos placear a los otros sin cortapisas.
Esos silencios que no logran manifestarse, esas voces que no suelen ser escuchadas, estatuas de sal o de infinitos superfluos, hasta donde la belleza no alcanza a retratarse.
Una partidocracia agotada, que sucumbe en un mundo que supera las expectativas, aplica para todos por igual, porque con reforma política o sin ella, solo quien tiene acceso a los grandes capitales se allegará el poder presidencial en el 2018, más allá del sueño americano vuelto a la realidad por Trump y sus alcances.
En primera línea
Son 100 años a la distancia de tu nacimiento, 100 años de ir recorriendo con mi memoria los caminos, conceptos, diseños de la vida, conceptualizado en el hacer con inteligencia y prontitud todo aquello a tu alcance.
Hoy sin tu presencia física, pero tu enseñanza de vida, transito en línea recta, sin recovecos ni titubeos, porque sigues presente tan cerca de mi, como de mis ideales padre.