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Siempre hay otros: Los que joden a México

Bien dicen que para tener enemigos no hace falta declarar una guerra. Basta con escribir lo que se piensa en la mayoría de las veces, ante el sinnúmero de vicisitudes que se atraviesan a diario, y se sortean de una manera impredecible.
Y es que la rutina burocrática de nuestro país, nos absorbe, y nos pulveriza los pocos sueños inacabados que nos pueden permitir subsistir.
Pensar diferente y además expresarlo abiertamente, ha sido una vez más motivo de complicaciones políticas para los más, esos que todos los días se levantan ideando como joder a México.
No saben de antemano que mexicanos nacidos en ésta bendita tierra hacemos nuestro mejor esfuerzo, con mayor o menos capacidad de análisis o de síntesis, pero eso sí, apegados a una realidad que nunca vamos a ocultar; no negamos avances, pero se los comen las malas nuevas de cada día.
Enrique Peña Nieto no se ha excedido. Ha hablado como todo mexicano, con nuestro lenguaje coloquial, ese que ya se utiliza en todo lugar, y sino me creen, vean los canales de televisión nacional, con conductores ridículos que piensan más en que colores de calcetines y corbatas ponerse, que la esencia de las conversaciones, donde divagan y lanzan dardos envenenados del México que sufre, el que no viven ellos.
Podemos coincidir o no con el presidente en funciones, al que le cuestionan cuando terminó su administración, si el parteaguas fue una casa blanca o los desaparecidos de Ayotzinapa. Es majestuosa la imaginación, pero violenta la tempestad de mentiras que se emiten a diario en los noticiarios nocturnos.
Pareciera que todo está mal y se pondrá peor; que tendrá que llegar López Obrador o Margarita Zavala, quien por cierto ya estuvo, y su esposo duplicó la deuda externa, pero de eso no hay memoria. Ni rojos, ni amarillos ni azules somos mexicanos conscientes de la vorágine que nos espera.
Es correcto no caer en autocomplacencias; reconocer que hay fallas, errores y desaciertos no es loable, es parte del andamiaje político de Peña Nieto. Lo que no es posible es negarse a sumar a favor de México, ahí donde se ubican los intelectuales de ocasión, que aspiran al poder presidencial, que por cierto nunca tendrán.
Avances y logros que se esconden entre el marasmo de las reformas estructurales, dando oportunidad a los que si joden a México, con actos de corrupción, en las aduanas, introduciendo artículos de pésima calidad, productos que impactan de manera negativa en el comercio y la producción interna del país.
Joder a México es sinónimo de los que gritan todos los días, protestan a sabiendas de buenos dividendos, asumen que hay que dividir, para ganarse un lugar y no es verdad.
No hay que alquilarse más para soñar; se puede volar sin alas y dormir sin sueño, pero nunca claudicar en nuestros anhelos por trabajar para un país que nos permite libertades que dejamos de lado, pero que son la esencia de quienes amamos la vida y todas las manifestaciones posibles en una democracia plural y respetuosa de sus formas.
Existimos muchos mexicanos, millones, sin temor a equivocarme, que nos levantamos todos los días sin la idea de cómo joder al prójimo, menos a un país que debe aspirar a desarrollarse con sus potencialidades, porque tenemos fortalezas; nuestra gente es el más claro ejemplo, no hay adversidad insalvable.
El desempleo galopante, el comercio informal, la deuda externa e interna, el alza de los combustibles, así como los productos de la canasta básica; la violencia que se retrata en todos los estratos de la sociedad, son parte de la realidad, inocultable a la vista, porque lo vivimos en carne propia.
También es cierto, que si bien los espacios se han reducido, no son pocos los que piensan en como joder a México, y para ello ocupan espacios en los partidos políticos, para granjearse un lugar de privilegio en el poder, y para ello saben y conocen que hay que tirarle con todo al presidente en funciones. Más allá de los aplausos y guiños de ojo, está la cruenta realidad de llegar con la mentira como argumento.

En primera línea

Ahora resulta que los católicos, cristianos, o como les nombren a los que profesan la religión católica, no tendrán derecho sobre el futuro de sus cuerpos al morir.
Se ha prohibido esparcir las cenizas, guardarlas en casa, hacer algún tipo de artículo con ellas, o simplemente conservarlas en algún lugar que no sea una iglesia.
El negocio en su máxima expresión, y todo por un argentino ambicioso.

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