…Y en la calle codo a codo somos mucho más que dos.
Mario Benedetti
Se nos muere el amor, se nos muere la vida día a día, paso a paso, cada vez más lentos, menos firmes, más pausado, en ese andar por un mundo de hostilidades y cofradías, de pecados sin penitencias.
Fatalidades al margen de quien desea regalar algo más que el significativo amor, la palabra de cuatro letras que se compara al corazón, ese que no tiene la forma del dibujo, ni por equivocación.
Una fecha para quizá refrendar amistad, esa que olvidamos a ratos, pero que no reparamos en acordarnos cuando la vida aprieta la soga de la indiferencia.
Bien dicen que no hay amor más puro que el de la madre y el padre a sus hijos, y también a los que no lo son, y se apegan al cariño, a lo cotidiano, en las vicisitudes de un cuento corto.
Nos sirve hoy y no nos sirve, para recibir un número indeterminado de postales, de videos, que se envían a todos los contactos en los celulares, sin nombre ni apellido. Espantoso el caso siempre que sucede.
Y la mercadotecnia estará latiendo, como los corazones, aprisa por no alcanzar a regalar una flor, chocolates, o una ida al cine para disfrutar de una película judía fuera de temporada.
Se nos muere el amor en febrero, por el gasto, necesario o no, del diciembre que nunca olvidaremos, con esferas o sin ellas, con sobresaltos y algo más.
No nos cantan ni por equivocación como antaño en los lugares comunes, y hacemos el recuento casi al final de un día que pasa como cualquier otro, saturadas las redes sociales, alimentadas de buenos deseos, pero en el fondo es desprenderse de lo indescriptible, el rubor del mensaje cifrado.
Es febrero que llega a la mitad, exactamente, del consumo de sus días con todo y sus noches; es febrero y no todos sabemos a ciencia cierta si marzo y la primavera pondrán en nosotros otros atardeceres.
Y veremos los globos en color rojo y blanco, entre la paz y el olvido, entre las frases de la cursilería, en los desconocimientos que todos los días hay festividades y fatalidades.
Dulce o amargo llegarán los chocolates, oscuros o blancos; ni un solo prieto por aquello de los desvaríos y las barridas para llegar antes del cierre de las puertas y las llamadas de atención.
Tiempos de reactivación de una economía endeble, que le afectará hasta la elección de nueve gobernadores y el presidente de la República.
Y las flores se han encarecido, más que en los días donde los difuntos disfrutan de otros aromas, ese noviembre que ha sido testigo de más lágrimas que alegrías de unos años a la fecha.
Se nos muere el amor después de las cinco décadas y contando, y asoma sus reflectores la insoportable costumbre, esa que deja de amanecer con los buenos días.
No se extraña la juventud, pero se recuerda, y se echa para atrás el reloj del tiempo transcurrido, inmaculado, cuyas manecillas, la pequeña y la grande, no dejan de circular, y nos vamos haciendo viejos.
Festejemos cada día, cada noche al caer el alba, cada tarde entre los suspiros del cambio de clima, festejemos febrero y octubre, mayo y diciembre, porque todo es parte de ese andar reinventándonos a cada instante para no vivir adrede.
En primera línea
Y la basura en la isla de Carmen sigue siendo tema entre los distractores de la fatalidad, donde se busca afanosamente que alguien diga la verdad.
Por supuesto que hay posiciones encontradas y también en desencuentro. Lo que no se vale es dejar este tema por lo que nos representa para la salud pública.