Hoy nadie es mejor o peor sobre la faz de tierra, porque estamos acostumbrados a etiquetarnos. Los adjetivos despectivos son sinónimo de un mal marcaje de las personas en una sociedad enferma.
Deambulamos infinidad de veces; pocas cosas que hacemos a diario nos satisfacen, y es consecuencia de no tener el gusto por esos placeres de la existencia. En forma mecánica damos unos cuantos resultados.
Metas de vida que se van quedando cortas; tiempos que convulsionan en el trajín de ir de un lado a otro; tantas horas muertas, en ese ocio sin antorchas, sin viento a favor, en las inequidades de la malaria.
Un giro nuevo requeriría el lastimoso mundo que habitamos, desprendernos de vanidades, de sinrazones, y darle pase a la belleza de una locura permisible de inventarnos vitalidad, belleza, ante el frío invierno que se aproxima demasiado aprisa.
Nos gana el llanto en la tristeza y la melancolía y la risa ha enmudecido las pausas en lo mundano, hasta donde la reflexión nos alcanza. Tiramos fuerte de nosotros mismos para no sentirnos víctimas, como miles de mexicanos.
Contaminados de todo estamos sumergidos en la opacidad, y seguimos alimentando de todo, menos fechas para abrir mejores pronósticos para que México se supere a si mismo.
La disyuntiva es creer o no creer en el discurso oficial de quien intenta gobernar a un país dividido, pulverizado por los que lucran con el poder, ante la máxima divide y vencerás.
Y son los presupuestos públicos los que alimentan esa maldad de retratarse en spots a todas horas, todos los días, con la misma cantaleta, porque desean fervientemente que a nuestro país le vaya mal, muy mal; y salir beneficiados.
Porque no es si el gobernador con licencia Javier Duarte, un veracruzano que huyó de toda responsabilidad, no vaya a ser otro Muñoz Rocha, que desapareció un día del pleno de la Cámara de Diputados y hasta el día de hoy no sabemos absolutamente nada de él, sino que enfrente a la justicia.
No hay que echarle polvo a los grandes problemas, porque en ello se va la confianza del ciudadano común en sus instituciones, porque se marean los hombres y mujeres con el poder político, ante la realidad que es como sus encargos, finitos.
Quizá ya hasta de dejamos de estar hartos ante tanto cinismo, no de uno ni de dos, sino de decenas de ex funcionarios públicos cesados por corrupción, malversación de fondos, o lo que es lo mismo, recursos. Sí, de esos impuestos que usted y yo tenemos que pagar, porque estamos cautivos, no en huida.
Hay un malestar generalizado, un mal sabor de boca ante la situación actual, y lo reconoce el presidente Peña Nieto, pidiendo que proyectemos al país con buenas noticias.
Y es que contamos con innumerables bellezas naturales, nuestras costas, las zonas arqueológicas, además del legado cultural; todo ello es parte del todo en el bien común, pero hace falta un poco más de paz social.
Una calma silenciosa del magisterio, levantados tres años tras las reformas, donde se perdieron cientos de horas de aprendizaje de una niñez a la deriva, a la que se le enseña de por si poco, y las operaciones aritméticas hoy, hay que darle tres vueltas a una misma manzana. Confundir pareciera ser la clave, para cosas que en el acompañamiento de los años de madurez no nos sirven.
Es más, se afirma que en política dos más dos no son cuatro; imagínense lo confundido que nos dejan, cuando se crea una Comisión de Ética en la Cámara de Diputados para que se queje cualquier cristiano ante la falta de un legislador.
Habrase visto tanta inoperancia en una Legislatura chata, cortísima, y que todavía les va a alcanzar a muchos para saltar a la Cámara de Senadores, a una diputación local, o hasta a una alcaldía para ser virreyes.
Un cambio hace falta; es cierto, no es retórica, pero ese tiene que venir desde la misma sociedad, que se cuestiona una y otra vez, ante los ínfimos resultados legislativos, costando tantos millones cada día al país.
Ni poco ni demasiado; dicen que ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre, pero más vale intentar ir por otra vereda, que dejar la herida abierta y sangrando, cuando de por si se sufre mucho.
Entre líneas
Y es el PRD quien acusa que al parecer se han zanjado las diferencias entre el PAN y el PRI en el Cabildo carmelita. Nosotros lo dudamos.
Aprobar los puntos en una orden del día debe tener más de una explicación, que pueden dar los cabildantes priistas que vamos a entrevistar mañana.