La verdad suscita menos imaginación que la ficción.
Marqués de Sade
Nos queda perfectamente claro que cuando se compite, en cualquier ámbito de la vida, se aspira a ganar y en el camino hay infinidad de anécdotas que podríamos enlistar que no demuestran lo contrario.
La superación de metas intermedias siempre resultan significativa. Así se van midiendo los tiempos y las circunstancias que acompañan las otras procesiones.
Es la experiencia acumulada con los años, de lo bueno y lo malo, pero también va más allá de las ausencias de valores. Tiene su razón de ser en los contrastes naturales de la exigencia personal, hasta donde se pretende llegar, sin correr, sin descarrilar.
Matizar la realidad es hoy el mayor problema de nuestra convivencia, que antes era armónica, y se ha tornado violenta. Somos el resultado de lo que provocamos, nada es por generación espontánea.
Y para meterle más ruido al murmullo, las tendencias que no favorecen a los que aspiran, de las 36 empresas que se dedican a encuestar, presencial o telefónicamente, hasta con robots, nos tienen hoy más que alborotados, en un halo de incertidumbre hasta el 1 de julio.
Hoy no hay nada para nadie; un solo ganador, cuatro perdedores, porque la mayoría se impone a las necedades, porque sabemos que las necesidades se subsanan con trabajo, en el orden jurídico, en los equilibrios institucionales, no en la oferta política que está aniquilando conciencias.
Pero no está en el juego solo el poder por el poder mismo. Está cifrado en todo este andamiaje de campañas sin propuestas, dinero del erario, del impuesto cautivo de miles de mexicanos que aportan sin decidir que es para propaganda basura la mayor parte de ello.
Tendremos que ser muy cautos. La violencia es generadora de violencia; los ánimos están exaltados, porque todos quieren su pedacito de cielo, y tendrán que verse las caras en el infierno que destruye propósitos, los más no construidos con inteligencia y sobre todo honestidad probada.
En México la democracia va a tener un dura prueba el 1 de julio. El INE debe ser respetuoso de las formas y cuidar desde ya las declaraciones; los momentos son únicos, sin nombres es mejor, con apellidos, peor.
La repartición de partidos políticos en espacios de ese poder de definir, de decidir que decir y que no, debería pasar por el filtro de la madurez y la transparencia a carta cabal.
Estamos ante escenarios nunca antes vistos el 2018 no es parecido a 2006 o 2012; somos otros ciudadanos, en la madurez de la fatalidad, tal vez, porque la gente también considera que está para ganar o perder. No únicamente los candidatos van por el triunfo ese día de votar; lo hacemos por los aspirantes, pero también por muchas otras cosas que vienen añadidas en el anonimato.
El Gobierno Federal y los gobernadores de los Estados deberán ser respetuosos de los tiempos y de todo el proceso. Hasta hoy no hay queja de ello, las conducciones en lo federal y estatales van en el camino correcto; y así deberían conducirse hasta la calificación final de la elección.
No estamos para probarnos que podemos convivir en paz. Debemos comprometernos a lograrlo, con la sensatez de un país que ha vivido momentos complicados en otras elecciones, con demasiados negativos a su paso.
En primera línea
No hay peor enemigo que la soberbia. No darse cuenta que en la política quien se equivoca una vez pierde, y suele suceder que coincide con el dicho de que “el pez por la boca muere”.
Lo que hoy sucede en Campeche es digno de analizarse en frío, sin apasionamientos, porque la competencia es sumar aciertos, pero un error tan obvio hunde el mejor barco; para muestra El Titanic.