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Siempre hay otros: Si no puedes cambiar a México

Solo sobrevive lo que no progresa porque no envejece.
Carlos Fuentes

En el natural análisis de lo que vivimos a diario, se hace imposible a pocos días de la elección presidencial no referirme a la situación el día después del suceso político más esperado, porque el resultado desatará amarlas.
A quienes participamos de manera activa en lo cotidiano, de las vertientes que podrán observarse en los escenarios, no nos preocupa tanto, porque hay que entender que vivimos en un país donde todos debemos preservar los valores que sustenten la paz social.
Escribimos con un alto sentido de responsabilidad; la polarización es mala consejera, aún dentro de una pequeña gama de estropicios circundantes.
En el cauce de lo posible transitamos; no podemos abstraernos de los vecinos incómodos, tanto en casa, como en el país. Escogemos generalmente de manera equivocada a quienes nos hablan bien, pero son los primeros en desaparecer cuando arrecia la tormenta.
México tendrá que privilegiar los espacios de intención que le quedan, programas sociales exitosos, dejar el clientelismo de una vez por todas, y desenmascarar a los bandidos, que por cierto ya no usan ni paliacate para delinquir.
Tenemos un sistema de impartición de justicia clasista. No a todos nos miden con la misma vara y mucho menos con la reforma al sistema de justicia penal. Se modificaron los procedimientos para la transformación de quienes son sentenciados como culpables, para una reinserción social en su liberación.
Hay quienes le siguen apostando a cambiar a México, pero no saben a ciencia cierta hacia dónde lo quieren llevar, sin empresas paraestatales, ni refinerías reconfiguradas. Además súmele las calamidades de los imponderables, porque la madre naturaleza no perdona.
Nos decimos para los adentros ricos en litorales, en campo; podríamos producir casi de todo, pero el castigo de los coyotes e intermediarios, aún con una tablet, como lo planteó el chico maravilla en el tercer debate, no alcanza.
Continuamos en la mediocridad de no superar la preparatoria, y estamos condenados a vivir cinco años menos en estos supuestos.
El alboroto es mayúsculo conforme se acerca el día domingo 1 de julio, aunque hay que reconocer que el mundial de futbol ha bajado los decibeles de las campañas políticas. Se ha perdido interés.
Hay quienes dan por descontado su triunfo. Se me hace lamentable que se empiece a gestar esa especie de aureola ganadora, cuando solo tienen los votos del exterior contabilizados.
Datos rudos dieron cuenta ayer en las redes sociales de aquellas mexicanas y mexicanos que por ciertos factores de riesgo no asistirían a votar.
Y los creemos. Entran a formar parte de la silenciosa, pero notable mancha del abstencionismo a ultranza, ese que no nos permite tener una muestra real de lo que queremos las mayorías. Son las minorías las que se imponen, porque además como señalábamos ayer en este mismo espacio, dividimos en colores, no en propuestas ni en propósitos lo que viene.
Falta menos México para conocer quién se atreve a asumir los riesgos de la gobernabilidad, en una lucha sorda por ese poder político que se presta para tanto, y nos queda a deber según los más ácidos críticos.

En primera línea

Es una desgracia que se permitan los que aspiran a ganar una elección por la vía democrática, subir videos a las redes sociales donde muestran un fraude imposible.
Es ahí donde las ocurrencias en el absurdo nos pueden superar. No hay poder humano que combata esa crueldad de engañar a los sin voz. El enemigo es del tamaño del miedo a perder.

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