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Siempre hay otros: Tras décadas de olvido y menosprecio

Las mejores campañas políticas se ganan en los cursos.
Mario Rodríguez MARA

No todo está perdido cuando nos abandonamos sin salvedades al unísono, cuando creemos que no hay una salida alterna, o simplemente nos dejamos derrotar por el inexorable reloj del tiempo.
Porque debemos, en la tentativa de esos escarceos, persuadir al destino, ese que sufre también de altibajos, de pequeños tropiezos y un sinfín de vanidades.
Cada quien tiene sus verdades y las pregona, las inculca, y por supuesto que está presupuestado un beneficio y los costos de no creer en ello, y caer en trampas infinitas de locaciones alternas.
En el saludable recorrido de los convencimientos, está en mesa de las discusiones estériles, a quien brindarle una oportunidad para llegar hasta la cima del poder político en México.
Con todo y sus asegunesl, cada cual merece la atención de sus discursos, que van hilando conforme a la agenda que les convence, no lo que les conviene, como antaño, y la disparidad es loable en ese inagotable esfuerzo en tan pocas semanas.
En ese ir y venir de un lado a otro, de un estado de ánimo a otro, de saludar de mano a miles de gentes, que en la inmensa mayoría de los casos no se volverán a ver, pero quedan las imágenes, la memoria histórica de los discursos, y los posibles compromisos asumidos.
La fatalidad acompaña a la Ciudad de México y sus precandidatos a gobernarla también, porque las ocurrencias son todas a la vez. Saben de antemano cuales son los temas que nos hacen daño; las fotomultas son un dolor de cabeza por un kilómetro que se rebasa el límite de velocidad, y hay cantidades de no creerse, fatalidad que contará a la hora de emitir el voto de castigo a un perredismo sumiso y ventajista.
Cada año incrementan costo del pésimo servicio de agua potable, y el impuesto predial, ya no se diga el pago por vehículo, que también es una derrama importante de dinero que captan.
No tendría sentido reclamar, si viéramos reflejados los beneficios en los lugares que habitamos, pero somos parte de esa vorágine que no logran mirar cuando son gobierno quienes hoy aspiran a serlo.
La utilidad de la gente que los acompaña es notoria que es de corresponsabilidad, pero ésta se agota hasta el mismo día en que se pierde una elección, y la lección es dura, difícil de asimilar, y se lleva esa carga por siempre en la memoria del lado de los que menos tienen y que no les llegan las oportunidades.
La política es más de traiciones que de amores, es un desgaste natural y abrupto muchas veces, en la inmensa mayoría de los casos; ahí es donde pocas veces habita la amistad verdadera, esa que conquista sumatorias sin guiños de ojos, aquella que impide las discordias y los sobresaltos al vacío.
Somos parte de una generación que no simula, que se atreve a poner el dedo en la llaga, hasta en los posibles horizontes alternos, mientras nos quede entusiasmo y vida para compartir las otras experiencias. Sumemos en el peregrinar de tocar las otras puertas, esas que antes no se abrían, porque hay que al menos irle restando negativos al camino; uno nunca sabe dónde el destino pueda ubicarlo.
Política en serio y no en serie; imaginación, no repetición de discurso hueco y sombrío, ese que deja de entusiasmar, y nos impone pensar que son menos las opciones para mirar un México diferente.

En primera línea

Menos cruces de ceniza, menos pecados quizá, porque los carnavales del país estuvieron faltos de esa alegría que nos caracteriza. No faltó tiempo, pero si estamos ciertos que no son los mismos tiempos de antaño, donde la risa se fundía en un abrazo, y nos contagiábamos de quietud ante la lluvia.

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