Loading




Siempre hay otros: Yo la seguía descalzo

No me fui cuando fueron tiempos difíciles y no llegué a la hora de las victorias fáciles.
Carlos Castillo Peraza

Nunca dejamos de sorprendernos con algunos temas de la vida rutinaria; hay otros tantos pendientes en el tintero de las desigualdades, que pareciera extraño encontrarse entre dos fuegos a media madrugada y sin sueño.
Todas las semanas, sin excepción, desde el año dos mil, cuando se dio la alternancia entre dos grandes y poderosos partidos políticos en México, creíamos algunos, equivocados hoy en las distancia de esos días, que seríamos diferentes hasta como país.
Qué dejábamos atrás el subdesarrollo, las ofensas al adversario político, las dádivas a la pobreza, los programas asistenciales, la ruina de algunas empresas del Estado y hasta la prisa para alcanzar la cima.
¿Y qué creen? Que no se dieron ninguna de ellas ni otras más, porque los mexicanos estamos sumidos en una mediocridad que raya en el cinismo, superados por algunos, según la óptica desde la cual se mire; ahora presumimos que somos honestos, cuando ello debe ser una condición de vida.
La corrupción ha calado hondo, demasiado me atrevería a afirmar, y no es la denominada “mordida” por darnos una vuelta prohibida, y “arreglarnos con los policías en motocicleta”; para no ser llevados al corralón y pagar la multa respectiva.
Ellos son los que saben dónde no hay cámaras que nos graben, a todo le buscan y le encuentran; mientras tanto el otro debate espera silencioso, entre acusaciones por triangulaciones de dinero supuestamente mal habido, e histeria por el primer lugar del que se puede caer ya saben quién.
Total que no arrancamos. Una cultura del empobrecimiento, inexplicables para algunos, y otros más que hasta bancos crean con la complicidad del poder político, que no alcanza a atraparlos ninguna ley.
Ni Veracruz ni Chihuahua deben estar reconocidos, limpios de culpa. Fueron demasiados años en la clandestinidad de esa impunidad que lastima e irrita al conglomerado que invita a votar un INE de claroscuros.
Oaxaca y Chiapas aún con las grandes inversiones, no les alcanzan para salir a flote, pero unos cuantos continúan lucrando por la pobreza, con el campo abandonado, con el sordo pensar en quienes no dimensionan ni conocen lo que es no comer un par de días.
No nos sirvió la alternancia, no nos sirve la especie de engendro llamada democracia a la mexicana, donde un reducido grupo se pone e impone jodernos la vida; ahorrar, nunca; desarrollar talento sí, pero en otros países.
Y entonces caemos en la cuenta, de esa rueda de bicicleta que llevábamos en las calles de arena en el pueblo, impulsada por la fuerza de una vara, esa que nunca medirá la distancia entre esa clase media aniquilada, y los grandes y poderosos capitales que dictan los aumentos, los incrementos y hasta los salvoconductos a los acusados de todo en sus Estados.
Antes éramos menos y más felices; antes teníamos el sueño en la quietud y hoy los sobresaltos de los compromisos incumplidos; antes manteníamos la calma, hoy la prisa por no desfallecer en la calle, sedientos de respeto e impregnados de realidad.
La alternancia no nos asegura un lugar en el horizonte de las oportunidades, ni la extinción por arte de magia de la corrupción y la impunidad, males de todos, pecados sin penitencias, y es que ni el cielo ni el infierno son opción para los que descarrillan en la ambigüedad de esa abundancia que no luce. Al tiempo.

En primera línea

Las soluciones a los pequeños o grandes problemas están en nosotros. No repartamos culpas ni responsabilidades, la corrupción no se extingue con el discurso.
Tenemos una democracia imperfecta y un exceso de marcos normativos que lejos de cumplirse, hoy brindan protección e impunidad al delincuente de cuello blanco almidonado. Qué fatalidad México.

  • OPINIONES

Historia Previa

Siempre hay otros: Consulté el reloj
error: